Ahora, quiero que pienses un momento en las últimas bodas a las que has
asistido.
Quizá hayas tenido suerte, sin embargo, es habitual que como los postres se eligen
de manera secundaria la experiencia que has tenido es posible que sea que el postre
no se podía terminar por que estabas lleno, o sencillamente, que te lo comías sin
más, sin sentir nada especial, o comentar con sorpresa con las otras personas de la
mesa lo rico, delicioso, impactante que te estaba resultando.
Y es que hay una gran verdad, una gran comida incluye un postre de igual o superior
categoría. Una comida mediocre puede arreglarse con un gran postre. Sin embargo,
un menú delicioso, con un postre mediocre rompe todo el encanto que pudiera haber
tenido el menú hasta ese momento.
Dejarse algo del primer o segundo plato, es habitual y casi normal. Muchos casi
comen con los entrantes, y otros, dejan de un plato para hacer sitio a lo que saben
que sigue.
Sin embargo, los postres, en mi opinión y experiencia profesional, son algo diferente.
Si demasiados invitados dejan el postre sin terminar, es que algo falló en la
planificación, y el postre no cumple su triple función natural. Facilitar la digestión,
crear una emocionante experiencia cumbre para cerrar la comida, y como no, ser
nutritivo y saludable en la medida de lo posible.
Hasta ahora para evitar que el postre sea excesivamente pesado, por tanto no
comido ni disfrutado, se suele recurrir a postres con base de fruta, o en ocasiones
lácteos y chocolates.
Una nueva tendencia reciente y muy interesante, es el concepto del DUOpostre. En
estos casos, se sirven dos postres combinados con un propósito.
El primero tiene una función digestiva y de “limpieza” de sabores de la comida.
El segundo, es ese broche de oro que tu menú de boda merece, una propuesta que
sorprenda y despierte emociones, ese plato, que primero se come con la vista,
después se degusta con los demás sentidos, y te deja con una sensación de plenitud
y ligereza.
Listo, para continuar la fiesta ;-).